Chile, Líbano, España, Francia, Irak, India, Bolivia, Hong Kong …: el mundo parece estar sumergido en una fiebre de protesta. En todas partes, los manifestantes denuncian a sus gobernantes por una u otra razón.
En Chile un aumento en las tarifas de metro prendió fuego a la manifestación popular; en Líbano un impuesto sobre llamadas realizadas a través de WhatsApp; en Barcelona la sentencia del procés; en Francia sus chalecos amarillos, en Irak y Arabia Saudita contra la corrupción, en India por la crisis de la cebolla…es suficiente con que pequeñas cosas sirvan para saltar la chispa de la ira popular de cosas mayores soterradas.
En líneas generales los ciudadanos exasperados han acudido en masa a las calles para expresar su creciente ira contra las élites políticas que siguen gozando de unos privilegios en detrimento de las clases medias y populares.
La revista francesa Courrier Internacional dedica un especial en el que habla de “Una cólera mundial” sobre estos movimientos contestarios.
El descontento sigue creciendo, y aunque a primera vista, estas demostraciones no tienen nada en común, aparte de sus tácticas, no es casualidad que se estén produciendo al mismo tiempo.
La desobediencia civil que dura sin vacilar desde semanas en Hong Kong sirvió como modelo para un enfoque agresivo que impulsa demandas políticas o económicas extremadamente diversas.
Sin embargo, los especialistas identifican una tendencia en muchos de estos movimientos de protesta: una protesta, más violenta de lo habitual, contra élites en países donde la democracia es fuente de desilusión, donde la corrupción se juzga como ser ilimitado, y donde una pequeña clase política está liderando el camino a medida que las generaciones más jóvenes luchan para llegar a fin de mes.
“Son los jóvenes los que han tenido suficiente”, dice Ali Soufan, director gerente de The Soufan Group, una consultora especializada en problemas de inteligencia y seguridad.
Es decir, que estas nuevas generaciones niegan dejarse engañar por lo que ven como un sistema corrupto impuesto por las élites políticas y económicas.
Hace unos años se les prometió que se si se formaban, con esfuerzo conseguirían recoger sus frutos, muchos no lo han conseguido y ahora no soportan no poder realizar sus ambiciones: no pueden cumplir su vocación profesional, no pueden pagarse una vivienda, no pueden formar una familia y si lo hacen es más tarde de lo que desearían…El paro creciente en las democracias frente a gobiernos indiferentes.
Esta es la expresión de una nueva generación que se preocupa menos por las viejas líneas de fractura sectaria o ideológica. Luego activistas y ciudadanos están convencidos de que solo la protesta en la calle los permitirá obtener el cambio.
Lo curioso es que muchas de estas protestas se alzan en ciudades ricas, como París, Hong Kong, Barcelona y Santiago de Chile, en contra de las desigualdades que excluyen a una sección completa de la población prosperidad exhibida en estas ciudades.
En el caso de muchas de estas ciudades las protestas no vienen necesariamente de los pobres, sino de unas clases medias menguantes que en los últimos años han soportado el peso de los recortes y se enfrentan contra la austeridad.
Son problemas latentes que se han ido incubando y que no han encontrado respuesta. Los ciudadanos exigen soluciones que vendrán de salir del status quo de las clases política y poner en su lugar medidas más innovadoras que contemplen una participación más directa de la ciudadanía.
Redacción
En Positivo
Leer más: