Una de mis relecturas de este último verano como persona jubilante y de acción jubilando, (nunca jubilado que tiene unas connotaciones de término, finalización) fue esta novela de Miguel de Unamuno publicada en 1902, cuyo título invita a la reflexión. Dejo su análisis y estudio en manos de excelentes colegas en activo. Yo nada más me quiero fijar en los dos sustantivos muy connotativos unidos por la conjunción copulativa, y son dos vocablos que abren, por asociación de ideas, muchas perspectivas y amplios comentarios.
De hecho y siguiendo al mismo Unamuno (por cierto de actualidad por la película “Mientras dure la guerra”):
Piensa el sentimiento. Siente el pensamiento
Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido
Se podría asociar la palabra amor al mundo de los sentimientos (por extensión él de la estética) y pedagogía (por extensión el de la ética) al mundo del pensamiento, pero siempre hermanados, entrecruzados. De esta pseudodicotomía, y también por asociación de ideas, se nos actualiza una frase de solidaridad del catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona, Dr. J. M. Valverde a propósito de la expulsión de la Universidad de Madrid del catedrático de Etica J. L. López Aranguren en pleno franquismo: Nulla estetica sine etica.
Por tanto, mutatis mutandis i en un terreno más directo, amor se asocia a otros nombres sustantivos del mundo emocional, afectivo, sentimental, subjetivo, estético si se quiere o prefiere, estético, de carga positiva, como altruismo, afecto, amistad, belleza, bondad, comprensión, compromiso, cordialidad, empatía, estimación, filantropía, fraternidad, generosidad, simpatía, solidaridad, ternura, mientras que pedagogía se relaciona, desde una óptica, si se quiere, ética, con civismo, conocimiento, convivencia, cortesía, cultura, decòrum, diálogo, didáctica, discreción, docencia, educación, enseñanza, ética, finura de espíritu, flexibilidad, formación, gentileza, respeto, responsabilidad, sabiduría, serenidad, tolerancia, transparencia, urbanidad, verdad.
En definitiva, encarnan los valores que nutren y alimentan el humanismo y permiten funcionar ética y correctamente las relaciones humanas. Son dos pilares que no tendrían que tambalear y muchas veces no están a la altura de las circunstancias: son meras utopías. opuestas a una sociedad que genera y recibe informaciones negativas, dramáticas, trágicas con excesiva frecuencia y muy pocas en positivo.
Y siguiendo esta línea discursiva y argumentativa ¡Cuánto amor y cuánta pedagogía manquen en este siglo XXI, ya mayor de edad!
Desgraciadamente no se practica el amor sensu lato ni se hace pedagogía. Hoy en día son conceptos casi utópicos concebidos, entendidos y usados en un sentido amplio. No solamente son valores que se han de inculcar en la escuela, sino poner en práctica en todos los colectivos de carácter cultural, deportivo, docente, económico, informativo político, profesional, sindical, social.
Con excesiva frecuencia el amor se transforma en agresividad, antipatía, aversión, celos, envidia, enemistad, fobia, grosería, incomprensión, mentira, odio, rivalidad, y la pedagogía actúa como una ciencia poco operativa, encerrada en las aulas de colegios, institutos y universidades, con información tal vez insuficiente de teoría y práctica. Es necesario y urgente proyectarla en el día a día y por doquier.
¿Qué bonito –acaso también demasiado utópico- sería ver aplicados correctamente estos dos términos en la sociedad- plural, democrática, respetuosa, libre, educada del siglo XXI! Son valores universales.
¡Practiquemos el amor y la pedagogía según las posibilidades de cada uno en todos los ámbitos! Son palabras claves para reconducir situaciones, para evitar abusos, actos y vocablos calumniosos, desagradables, egoístas, ignominiosos, incívicos, insultantes, trágicos; agresiones verbales i no verbales, corrupción, injusticias, manipulaciones, noticias falsas o interesadas, violencia…
Dr. Carles Bastons Vivanco
Catedrático de Instituto, doctor en Filología Catalana de la Universidad de Barcelona.
Leer más: