El populismo se ha instalado en las democracias occidentales, en países con derechos consolidados y nivel de bienestar donde parecía no haber fisuras. Ni tan siquiera se han librado los países nórdicos siempre ejemplificados como paradigma democrático y del Estado del bienestar.
Seguramente porque durante un tiempo el relato que empezaban a propagar los populistas era desdeñado – cuando era minoritario – hasta que empezó a filtrase con aparición de las primeras fisuras. Los partidos tradicionales han eludido su responsabilidad, obviando que no combatiendo las consignas simplistas pero ciertamente efectivas que distintos populismos han ido calando a cuenta gotas.
Para no perder más tiempo el profesor de la Universidad Johns Hopkins Yascha Mounk (Múnich, 1982) ha publicado su último libro “El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro y cómo salvarla” (Paidós, 2018).
Desde hace tiempo este intelectual germano-estadounidense, autor habitual de publicaciones como The New Yorker o The Atlantic, viene advirtiendo sobre el auge del populismo y la crisis de la democracia liberal.
Según su opinión los populismos se encuentran en un umbral de apoyos peligrosos, dejando de ser muy minoritarios a tener un papel de relevancia. Cuando Mounk habla de populismos incluye a todos, desde los extremos de la izquierda radical a la ultraderecha, pasando por los ultranacionalistas regionales.
“Cuando ves populistas obteniendo el 25% del apoyo del electorado, hay varios problemas. El primero es que seguirán ganando apoyos. Puede que hasta sean capaces de llegar al Gobierno. El segundo es que estos partidos plantean problemas de gobernabilidad para el país”, argumenta.
La amenaza pasó a ser realidad, y ve como preocupante que cuatro de las mayores democracias del planeta tengan al frente de su gobierno a figuras populistas, como es el caso de Brasil, Estados Unidos, India e Indonesia. Luego estos populismos no solo han conseguido posicionarse como alternativa a partidos tradicionales sino pilotar esos propios partidos, véase el Partido Republicano en EE.UU.
“El segundo problema es que estos partidos plantean problemas de gobernabilidad para el país”, plantea. Y es que los populismos de distinta índole coinciden en un mismo modus operandi condicionando a los partidos moderados desde centro-izquierda a centro-derecha forzando a asimilar posicionamientos más extremos que en circunstancias normales nunca aceptarían.
Esto responde a una cierta relajación una vez asentada la democracia. Tras la Segunda Guerra Mundial muchos países experimentaron un crecimiento económico paulatino hasta asumir que la democracia ya estaba plenamente legitimada.
Pero ahora que hay un estancamiento económico, y que las nuevas generaciones no pueden superar al bienestar que alcanzaron sus padres, es cuando no se valora lo conseguido.
Este miedo a perder el Estado de bienestar y a no seguir creciendo es lo que alimenta las aspiraciones del populismo.
“No son necesariamente los miembros más pobres de la sociedad los que dan la espalda al sistema político, en parte porque éstos son los que más beneficios pueden obtener de él (…) Tampoco son las personas que han experimentado calamidades económicas. Sino más bien los grupos que más miedos tienen: esos que aún viven en el confort pero que están profundamente atemorizados con que el futuro les será adverso”, explica Mounk en su libro.
Además apunta en que la medida los partidos tradicionales no cambien su relato y sus políticas los populismos seguirán teniendo posibilidades de ascender. Es decir Mounk aboga por que los partidos tradicionales salgan de su status quo y se atrevan a “traer cambios cuando están en el poder”.
Para ello el escritor propone varias medidas que podrían ser positivas en la sociedad, encontrar soluciones económicas y renovar con el civismo y los valores tradicionales de la democracia y el liberalismo.
“Esto significa aumentar de modo efectivo los impuestos para los que más ganan y para las empresas más rentables. Significa restaurar los elementos básicos del estado de bienestar. Significa invertir en áreas que prometen beneficios a largo plazo como infraestructuras, investigación y educación”, se lee en el libro.
Mounk llama a repensar el Estado de bienestar y el factor de la vivienda para que siga siendo un bien básico y no un articulo de lujo. En este sentido critica el precio exacerbado de la vivienda que obliga a la clase media a invertir más del 70 % de su sueldo a pagar el alquiler.
En caso de solucionar este problema, sería un paso importante para que las clases medias y trabajadoras sigan queriendo ser representadas por partidos moderados y no recurrir a populistas a la desesperada.
Redacción
En Positivo
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