jueves, 21 septiembre 2023

La meritocracia de la clase política

De forma coloquial se usa la expresión “puerta giratoria” refiriéndose a aquellos políticos que tras ejercer un cargo público pasan a trabajar en puestos relevantes del ámbito empresarial, habiéndose beneficiado de la influencia del anterior puesto público para dar este salto y viceversa (véase consejos de administración u otra modalidad similar).

Son conocidos los muchos políticos que han cruzado con más o menos disimulo estas puertas giratorias que unen la cosa pública con lo privado. A pesar de la denuncia y presión social  existe cierta condescendencia de las élites para prolongar estas prácticas.

La política mal entendida puede convertirse en trampolín, pero también en fin. Algunos, afiliados de partidos políticos, de izquierda a derecha, encuentran su modus vivendi al abrigo de las estructuras de partido para tener un trabajo asalariado y escalar puestos de poder en el momento más oportuno.

Considerando todas estas prácticas de dudosa reputación no es de extrañar que la clase política sea casi siempre en los estudios sociológicos una de las principales preocupaciones de los ciudadanos de a pie. Pero no por el noble ejercicio político sino por el que algunos lo han convertido.

Uno de los reproches más recurrentes es la poca ejemplaridad de los políticos en el cumplimiento de la meritrocracia. Un gobierno de los mejores como bien promulgó el ilustrado Voltaire.

Sin embargo, el ideal no se acerca a la práctica, o no al menos en los últimos años por una relajación de la propia clase política.

Cuando se habla de méritos consiste en alcanzar puestos relevantes por los conocimientos, talentos, habilidades y experiencia que requieren tales cargos – y no por privilegios o contactos con el poder-.

Esta dinámica la entienden muy bien los candidatos que pasan un proceso de selección dentro del mercado laboral.  No obstante lo que se exige en la calle encuentra algunos atajos en la política por las prácticas antes mencionadas.

Si en cualquier sector (médicos, ingenieros, profesores…) es necesario formarse y demostrar la valía profesional parece lógico pensar que los políticos electos cumplan las mismas exigencias.

El respeto que se hayan ganado o no la clase dirigente entraña cierta complejidad y no se limita a un análisis reducido sobre su formación académica. Contrariamente algunos políticos de antaño no hacían gala de tantos estudios pero eran más apreciados entre las gentes, quizá porque las lagunas podían suplirse por una vocación de servicio y ganas de aprendizaje continuo.

Hoy en día la mayoría de políticos pueden presumir de titulación superior, otra cosa es cómo la hayan servido. La “titulitis” puede crear una falsa imagen de aquellos que creen que por tener un título ya son capaces de gestionar lo público.

Y sin embargo faltaría más rodaje en la demostración de sus virtudes ¿Han gestionado algo en su vida? ¿Han pagado una cuota de autónomos? ¿Han pasado algún proceso de selección laboral? ¿Han aprobado unas oposiciones? ¿Han colaborado en alguna causa solidaria? ¿Son voluntarios?

Al analizar alguno de los perfiles de gobernantes mundiales con cierto sesgo positivo se puede descubrir cómo en caso de no estar en política, podrían perfectamente dedicarse con éxito a otra profesión – y es más así lo hicieron-.

Por citar solo un ejemplo, Barack Obama estudió Ciencias Políticas con una especialización en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia en Nueva York y estudió Derecho en la Harvard Law School. En 1991 se graduó como estudiante magna cum laude y obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia. Como docente, fue catedrático y profesor superior de Derecho Constitucional en la Universidad de Chicago durante 12 años.

Podríamos decir que todo político/a debería conjugar como máximos representantes del pueblo unos valores relacionados con el saber, la experiencia y la ética.

Y en este punto los partidos que conforman la democracia deberían regularse de acuerdo unos mínimos exigibles; de personas que los integren que tengan experiencia laboral más allá del partido, de un proceso de selección interno por primarias y no a dedo, de unos años límite como cargos público sin posibilidad de ampliarse…

Ante las resistencias previsibles de los partidos habrá que dotar de organismos de control independientes, sistemas de transparencia y de control o rendición de cuentas para que no se siga incurriendo en los mismos errores que son la causa del desprestigio político.

De acuerdo al actual contexto que enfrentamos con grandes desafíos como la revolución tecnológica, la economía global o viabilidad de la nueva economía, necesitamos que el talento de la sociedad civil tenga oportunidades de decisión.

Asimismo la gestión de las políticas públicas tiene que  constatar unos resultados positivos y medibles al final de cada legislatura.

Irónicamente la digitalización puede afectar en el mundo de la política en los próximos años. Ya existen prototipos de robots que hacen uso de complejos algoritmos para la toma de decisiones políticas.

Jorge Dobner
Editor
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