Bioimpresión: la medicina de futuro.
En apenas dos décadas la impresión 3D ha pasado de ser un proceso incipiente a convertirse en fenómeno global de fabricación múltiple: comida, relojes, look piezas de coche etc. Ahora los últimos avances se centran en el campo de la medicina mediante la impresión con células vivas.
Nace así la nueva era de la bioimpresión (en inglés bioprinting) que permite la generación de tejidos e incluso órganos humanos completos.
Tal es el caso de Organovo, compañía líder en esta área, que consigue réplicas de tejido hepático a partir de células humanas. De igual forma sus científicos fusionaron células cardiacas simulando un corazón pero aún se debe integran los vasos sanguíneos para distribuir los nutrientes y oxígeno.
“Ha supuesto un duro esfuerzo en algunos aspectos, pero nos encontramos en un punto de inflexión” asegura Dean Kamen, fundador de DEKA y que cuenta con más de 440 patentes.
En laboratorios de todo el mundo se ha impuesto esta realidad tecnológica con la impresión sobre el cuerpo de diversas piezas prototipo: las válvulas del corazón, oídos, huesos artificiales, articulaciones, meniscos, tejido vascular e injertos de piel.
Una tendencia que se ha consolidado gracias a tres factores: impresoras más sofisticadas, avances en medicina regenerativa y optimización del software CAD.
Todo se amplificó en el año 2000, cuando el bioingeniero Thomas Boland observó una impresora Lexmark en su laboratorio de la Universidad de Clemson (California). En ese momento ya se habían modificado las impresoras de inyección de tinta para imprimir fragmentos de ADN.
Boland pensó que si una impresora de inyección de tinta puede imprimir genes quizá podría también imprimir otros biomateriales, calibrando el tamaño de células humanas en relación a las gotas de tinta estándar.
Convencido de su idea, Boland vació el cartucho de tinta de Lexmark y lo llenó de colágeno. Luego pegó una lámina de silicio fino negro sobre papel en blanco para introducirlo en la impresora. En un documento word escribió sus iniciales y al imprimirse se veía “claramente delineadas las proteínas de color blanquecino”.
Posteriormente, la patente dio una vuelta de tuerca al pasar del 2D a ser tridimensional. Se añadió una plataforma elevadora para imprimir una capa de células, bajar la plataforma, e imprimir otra capa.
Tal y como manifiesta James Yoo, investigador en el Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa “fue algo mágico”.
En la actualidad Yoo está trabajando sobre una impresora que injerte piel directamente a las víctimas de quemaduras, en virtud de mejorar la exactitud y precisión de las células pues “cada herida es diferente, grado de profundidad, y son muy irregulares”.
Visto lo visto la impresión 3D parece no tener límites, solo el futuro sabe lo que nos depara.
Cristina Grao Escorihuela
Redacción