Mientras que el discurso de los mass media se articula en temas más o menos previsibles y prolongan indefinidamente en el tiempo simulando la estructura narrativa de cualquier culebrón, la realidad cotidiana y problemas de la gente se distancian de esta Matrix mediática.
En un momento en que ciertos avances se hacen notorios también hace falta que sean visibles. No ya por una cuestión anímica – que es motivo suficiente – como una píldora positiva, for sale ese abrazo deseado después de una laboriosa jornada.
Sino porque mostrar los progresos contribuye a retroalimentar un círculo benéfico en el que se ahonda en las soluciones contrastadas como eficaces y a su vez abre nuevas vías de exploración.
Es el caso del elevado propósito de erradicar de la pobreza que no únicamente debe figurar en la agenda de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Precisamente esta semana conocíamos que por primera vez en la historia la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema cayó por primera vez por debajo del 10 %.
Es decir, mientras que en 1990 había 1950 millones de personas (casi 37 % población mundial) en la pobreza extrema, en la actualidad son 702 millones.
Unas cifras nada desdeñables que nos acercan progresivamente y de forma histórica al fin de esta lacra. Por algo hace ya algunas semanas la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mundialmente conocida como FAO, celebraba los avances en esta materia que había visto una reducción considerable en el último año, diez millones de personas menos pasan hambre en el mundo.
Al respecto el director general de la FAO, el brasileño José Graziano da Silva no ocultaba la dificultad del reto pero al mismo tiempo alcanzable. Es más las previsiones son de lo más alentadoras “Podemos ser la primera generación de hambre cero” sentenciaba.
Tampoco hay que olvidar que durante estos días tiene lugar en Quito la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) con la presencia de 33 delegaciones y más de una veintena de jefes de Estado y de Gobierno. Y uno de los temas centrales que está acaparando la opinión de líderes como el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, es la necesidad de reducir la desigualdad mediante el trabajo consecutivo y la unión de los países latinoamericanos para erradicar la pobreza y desigualdad.
Porque su fin sólo será posible gracias a la colaboración de todos, el compromiso de los países debe ser incluso mayor al estilo de una convención como la reciente Cumbre sobre el Cambio Climático en París que se selló con un acuerdo global.
En busca del consenso también habría que incluir voces propias que destacan en su trayectoria por aportar soluciones en la materia. Tal es el caso de la economista Esther Duflo quien combate la pobreza a partir de la innovación y hacer ensayos reales.
Después de muchos años de teorización y práctica la francesa argumenta que gran parte de las políticas de lucha contra la pobreza no logran sus objetivos por una falta de comprensión del problema. Atendiendo el problema desde una perspectiva transversal – no sólo una cuestión de ingresos – sino también de otras carencias simultaneas en educación, de sanidad y de control sobre la propia vida.
Una batalla que de cualquier modo – tal y como vemos – se puede ganar pero que implica el respecto a tres condiciones: paciencia, rigurosidad en el trabajo y aprender de la evidencia empírica.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo