Dentro de un contexto en que Cataluña y el Estado español continúan inmóviles en sus posturas es necesario llegar a algún tipo de entendimiento por el bien de los ciudadanos. Con tal de salir de esta situación se agradecen propuestas valientes como la del periodista y habitual colaborador de El País, Xavier Vidal-Folch, en un punto en que hay renuncias pero también una solución viable a este tema.
Una propuesta para Cataluña.
Si la cuestión catalana es asunto clave para España entera —y ya todos reconocen que lo es—, urge reencauzarla. Para lo que sería de buen tino aprovechar este tiempo transitorio poniendo sobre la mesa nuevas ideas, o actualizar algunas olvidadas.
Porque de la receta aplicada hasta hoy por el Gobierno solo resulta cierta su inutilidad. El inmovilismo no sirvió siquiera como muro de contención. Al contrario, operó con frecuencia como acicate y fermento del secesionismo; desazón de la mayoría de ciudadanos catalanes (que no es independentista); y levadura de melancolía de todos los españoles liberales.
(…)
Así, el formateo de la ilegalizada consulta informal del 9-N de 2014 como un verdadero referéndum (a cuya legitimidad, por demás, no cabía esperar para levantar “estructuras de Estado”previamente decididas); la presentación de las elecciones del 27-S de 2015 como un plebiscito; y la desleal interpretación de confundir una (abultada) minoría del 47,8% con una mayoría, contra toda aritmética, degradan la idea y no contribuyen hoy a legitimar políticamente la reivindicación de un referéndum estrictamente sobre la independencia, que sus promotores fraguaron para la secesión. En cierto modo, ya lo organizaron.
Además, y esto es lo fundamental, una votación de ese género consagraría la división de la sociedad catalana en bloques cerrados, quizá herméticos; provocaría un efecto de emulación en otros territorios; y plasmaría con escasa ventaja el gran riesgo, más aún en situación polarizada, de graves pérdidas en un patrimonio común —el Estado democrático y autonómico— acumulado también por los catalanes. Incluidos en primera fila los nacionalistas (CiU, pero no solo ella), coautores de al menos el 75% o el 80% del acervo legislativo español, en mayor porcentaje, pues, que conservadores y socialistas.
De modo que sin rechazar de plano su eventualidad potencial, hay que buscar una salida mejor.
A largo plazo lo es, con poca duda, la reforma constitucional federal que en primer lugar propusieron los socialistas (Hacia una estructura federal del Estado, Granada, 6/6/2013). Pero dado el extenso plazo necesario para su tramitación —de al menos dos años— no llegaría a tiempo. Ni de evitar el desangre de energías catalanas, que gripa al conjunto.
(…)
Votar un acuerdo es siempre mejor que certificar un desacuerdo. Perseguiría actualizar el acuerdo territorial de 1978, hoy deshilachado, en un proceso muy ágil, más reconstituyente que constituyente. ¿Cómo? Mediante la fijación de estrictas garantías de respeto a “las competencias estratégicas tales como las económico-financieras, educativas, lingüísticas y culturales” —como formuló quien luego se dirá— incorporando una capacidad expansiva de alcance y ambición justamente a acordar.
Este acuerdo debería plasmar el reencuentro entre el (próximo) Gobierno de España y el de la Generalitat, o en su defecto, de los partidos dispuestos a ello, o de la sociedad catalana. Porque su misión central no es solo ni primordialmente engarzar con los secesionistas inamovibles, sino con los instrumentales o tácticos (que reclaman lo imposible como vía para lograr, al menos, algo), y con la ingente masa de indignados por la tuerca recentralizadora.
Así que la objeción de que un pacto de este tipo no satisfaría a los indepes, o solo por un tiempo, es conspicua, pero débil, pues no son sus primeros destinatarios. Y también porque si dura veinte años, albricias. Y porque pactar realidades no exige prohibir sueños. Y porque casi nadie previó hace unos años la evolución de los secesionistas vascos, flamencos o quebequeses hacia su pragmatismo actual.
. Primero la esbozó en su Cádiz a contrapelo (Galaxia Gutenberg, 2013), y luego la detalló en Para el reconocimiento constitucional de Cataluña, su espléndido discurso ante el Círculo de Economía (9/4/2014), endosado, entre otros, por Unió Democràtica, que no por perder es huérfana en esto de acierto.
(…)
Artículo completo: El País
Xavier Vidal-Folch
Periodista y habitual colaborador de El País