“Somos lo que comemos” dijo con acierto el filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach en su escrito “Enseñanza de la alimentación”. Mucho antes en el siglo V a.C, el médico griego Hipócrates ya advertía “Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento”. El problema es que hoy no sabemos a ciencia cierta lo que ingerimos tal y como vuelve a evidenciar el último informe de la OMS, a través de su Agencia de Investigación sobre el Cáncer (IARC), sobre el alto riesgo derivado del consumo de carnes procesadas.
En concreto la IARC dice que hay “pruebas suficientes”, para incluir esta carne procesada, como salchichas, cecina, perritos calientes y otras en su lista de grupos 1, donde se sitúan también el tabaco, amianto o el humo del diesel. Los expertos concluyen que cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en un 18%, y aunque también se puntualiza que el consumo tiene que ser continuado “para un individuo, el riesgo es pequeño, pero aumenta con la cantidad consumida”, lo cierto es que ha disparado las alarmas.
Si ya el reciente escándalo Volkswagen siembra la incertidumbre en el sector automoción ahora estas nuevas informaciones ponen su foco en la industria de la alimentación otras veces salpicada.
Porque la comida es nuestro combustible tenemos el derecho a saber lo que comemos y a partir de ahí ser consecuentes con las decisiones. Pero si la información es poder hoy por hoy los ciudadanos estamos en una posición desigual respecto a las alimentarias.
Cabe recordar como en EE.UU se sucedían las denuncias de personas con cáncer cuyos casos tenían una relación directa por el consumo de Aspartamo, E-951. Aditivo neurotóxico y catalogado cancerígeno por numerosas investigaciones y que lo encontramos sin embargo en miles de productos algunos aparentemente inofensivos como las chucherías o bebidas light. Este edulcorante artificial descubierto como un auténtico veneno para el cuerpo hace incluso bueno al azúcar. A raíz de este escándalo en Canadá los productos que contengan el E951 Canadá deben advertir “puede producir cáncer”.
Una línea de actuación a seguir en otros países no de forma individual sino conjunta considerando la circulación global de mercancías. Este mismo año una resolución aprobada en la Comisión Europea obligaba a informar sobre cada país de origen de la carne utilizada en los alimentos procesados, con el fin de garantizar una mayor transparencia en toda la cadena alimentaria.
Sabiendo estos problemas de base también los ciudadanos comienzan a empoderarse, no es casual el auge del consumo de los alimentos ecológicos, grupos y cooperativas de consumo que abogan por un mejor control de lo que comemos, sin intermediarios y primando la calidad del producto a un precio más razonable.
Esta responsabilidad no es solo por nosotros sino por el bienestar de las próximas generaciones.
Jorge Dobner
En Positivo