No son pocos los que haciendo uso de su libre expresión (Salman Rushdie, Roberto Saviano o Charlie Hebdo) han sufrido en cambio la amenaza. Si Europa se jacta de ser ejemplo de las libertades a diferencia de otros lugares tal y como explica el filósofo y actual profesor de Ideas Estéticas en la Universidad de Gerona, Xavier Antich, nadie debería ser esclavo de sus palabras.
La palabra contraria.
Hace un par de semanas, Libération publicaba una carta firmada por más de un centenar de personalidades del mundo de la cultura. Se preguntaban cómo Francia, que acababa de movilizarse para defender la libertad de expresión, podría permitir que un escritor pudiera ser encarcelado por sus declaraciones, acusado de hablar. La cuestión: la compañía Lyon-Turin Ferroviaire, una filial de la empresa pública SCNF, pretende construir un túnel para el tren de alta velocidad (“de interés estratégico”) a través de los Alpes.
En el valle de Susa, provincia de Turín, se ha organizado una importante movilización ciudadana de resistencia contra este proyecto. El escritor Erri De Luca, bien conocido entre nosotros, tomó abiertamente partido en contra de las obras y, por sus declaraciones al Huffington Post, está acusado de sabotaje y puede acabar con una pena de prisión de uno a cinco años.
El caso, tanto en Italia como en Francia, ha adquirido la dimensión de un escándalo cultural y político descomunal. Y no es para menos: ¿prisión por unas palabras? ¿Dónde está la Europa de la Ilustración de la que, en estos tiempos sombríos, tantos se reclaman herederos?
¿Exigir la racionalidad política frente a la intransigencia y la libertad de expresión como pieza fundamental del sistema democrático solo sirve para estigmatizar a los otros, sin que ello obligue a su cumplimiento en los Estados democráticos?
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Artículo: La Vanguardia
Xavier Antich
Filósofo y actual profesor de Ideas Estéticas en la Universidad de Gerona