En los últimos días, la publicación de la lista Forbes de las 400 personas más ricas del mundo inunda las redes sociales con decenas de nuevos inventarios creados por los medios de comunicación locales en los que segregan a los millionarios por origen, profesión o sexo. También recientemente ha aparecido el informe “Iguales. Acabemos con la Desigualdad Extrema”, de IntermónOxfam. La opulencia y la miseria son las dos caras de una misma moneda. Su origen es el mismo, se influyen y se enfrentan porque el beneficio de una, es la ruina de la otra.
Según explica el informe de la ONG, la desigualdad extrema de nuestros días empezó a forjarse en la década de los 80, con algo que George Soros llamó “fundamentalismo de mercado”. Éste consiste en la creencia de que la economía sólo puede crecer si se deja al mercado regularse por sí mismo.
A largo plazo se ha visto que con esta filosofía aumenta la privatización, disminuye el gasto público y el capital se reúne en manos de pequeñas élites. Este hecho tiene otra consecuencia más: los que más tienen dejan de interesarse en fomentar las políticas de bienestar social ya que no las usan. Los que menos tienen sufren las consecuencias y encuentran cada vez más difícil el acceso a derechos básicos como sanidad y educación.
Un aspecto curioso de la desigualdad es que es más relevante que el nivel de riqueza de una nación. Es decir, un país muy rico pero con una diferencia muy grande entre las clases sociales tendrán los mismos problemas que un país pobre con elevadas desigualdades. El caso más claro lo representa Estados Unidos: la mayor potencia mundial tiene serios conflictos derivados de unas políticas que fomentan la existencia de ciudadanos de primera y de segunda.
Quizás sea por este motivo que es también el país con más millonarios filántropos. A la notoria Fundación de Bill y Melinda Gates, del fundador de Microsoft, Bill Gates, dedicada sobre todo a la promoción de la salud y la erradicación de la extrema pobreza, se le ha unido recientemente Mark Zuckerberg, co-fundador de Facebook, que se convirtió en el millonario más generoso de 2013 al donar 970 millones de dólares a SiliconValley Community, una fundación que se dedica a llevar el dinero de los filántropos allí donde es necesitado.
Otros caso muy notable es el del británico Richard Branson, creador de Virgin. Su fundación, VirginUnite, busca el cambio sostenible a través del desarrollo económico y problemáticas sociales y medioambientales. Un clásico de la lista de ricos que donan dinero es Warren Buffett.
Junto con Gates dirige TheGivingPledge, un proyecto que incita a las grandes fortunas de América del Norte a entregar hasta el 50% de su dinero en vida o por herencia, siendo él mismo uno de los que colaboran. Además, da dinero regularmente a la fundación del dueño de Microsoft.
Igualmente, hay gestos generosos, como el de Michael Bloomberg, ex–alcalde de Nueva York, benefactor del Premio Génesis, también llamado el Nobel Judío, que cedió el millón de dólares que acompañaba al galardón para causas benéficas y que se suman a los 400 millones de dólares que dice haber dedicado a su fundación BloombergPhilanthropies en el año 2013 para mejorar el ambiente, la salud pública, la educación, las artes y la innovación gubernamental.
Según Infobae, las contribuciones hechas por los principales 50 donantes el año pasado alcanzaron un total de 7.700 millones de dólares, además de compromisos por 2.900 millones.
En los últimos años, la crisis financiera ha provocado que países desarrollados experimenten una desigualdad sin precedentes como consecuencia de las políticas neoliberales y desregularizadoras que impone el FMI y el Banco Mundial.
Mientras esperamos a que los gobiernos tomen medidas de redistribución de la riqueza para equilibrar una balanza que ellos mismos desequilibraron, algunos grandes empresarios deciden aportar su granito de arena para tratar de solucionar los grandes problemas de nuestro planeta.
Ana Sánchez
Redacción
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