Ahora que la política está en el punto de mira debido a un alto grado de corrupción, toca entonar el mea culpa para el resto. Porque la corrupción lejos de ser una cuestión de pocos o limitada solo a la administración es responsabilidad de todos.
También de la prensa que como bien explica el periodista Javier Caraballo se ha nutrido de la misma. Lo mejor sería lejos de escampar la porquería reconocer los propios errores en beneficio de una sociedad más honesta.
La prensa también es casta.
Ha sido justo ahí cuando ha estallado. “¿Y la prensa? ¿Acaso la prensa de este país no forma parte del sistema corrupto que denuncia? A ver, ¿de qué viven los medios de comunicación en España si no es de las instituciones? La prensa es parte de la casta”. El desahogo ha sonado como un trueno seco. Arrecia la tormenta.
Luego de un silencio mínimo, llegan las réplicas con alguna dificultad. En realidad, decir que en España la prensa forma parte de la casta es un planteamiento endiablado porque, en el fondo, no se puede negar. Cómo ignorar, por ejemplo, que sin el apoyo de las campañas institucionales un gran número de medios de comunicación, de distinto tamaño, se vendrían abajo; sus balances anuales se derrumbarían.
Sencillamente, no se puede rebatir porque es así. Y cómo no admitir, si está a la vista, que muchos medios de comunicación están alineados con el poder local, autonómico o nacional, de forma que sus editoriales se acompasan con los partidos que los sustentan allí donde los coloquen las urnas, en tareas de gobierno, justificando las medidas que adoptan, y en las labores de oposición, agitando las campañas de acoso contra el partido que esté en el poder.
Ni siquiera se puede argüir que el argumento “es injusto porque generaliza, y no toda la prensa es igual”, porque será entonces cuando el político que está enfrente sentado salte como en resorte: “¿No se comete acaso el mismo exceso con la clase política cuando se habla de corrupción?”.
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Javier Carballo
Periodista español