No todos los futuros posibles son apocalípticos, ni estamos condenados a vivir en un mundo gobernado por el caos y la contaminación. A veces, incluso parece más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Pero el futuro se puede construir desde ahora y, para ello, es preciso imaginarlo. Este es el trabajo de Jeremy Rifkin, autor de El fin del trabajo y La era del acceso, y asesor entre otros, de dirigentes políticos como Angela Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero.
Pero para predecir el futuro Rifkin no utiliza las cartas del tarot ni los dados. Pocos le creerían. Rifkin se nutre del pasado, de la historia de las civilizaciones que nos han precedido para comprender cómo evolucionaron de un punto a otro y por qué.
Existen tres factores que determinan un cambio de paradigma económico en un momento dado: el cambio en la tecnología energética, el cambio en la tecnología comunicativa y el cambio de la tecnología del transporte.
Si ponemos como ejemplo la Revolución Industrial, vemos que la nueva energía barata que desencadenó el proceso fue el carbón, el telégrafo y el teléfono aceleraron las comunicaciones y, por último, el tren conllevó que las mercancías pudieran transportarse a velocidades inauditas. El siglo XX es el siglo del petróleo, de la radio y la televisión, de los coches y los aviones. Y, ¿el siglo XXI?
Jeremy Rifkin cree que durante el siglo XXI el capitalismo será sustituido paulatinamente por una economía que denomina procomún colaborativa, donde el capital social será más importante que el financiero, donde competir perderá peso frente a compartir, el sistema ya no se basará en el mercado sino en las redes y, los consumidores, que frabricarán su propia energía y sus bienes, también serán productores. Rifkin los llama “prosumidores”.
Todo esto será posible gracias a internet y las energías renovables, que según Rifkin darán lugar al internet de las cosas, una infraestructura horizontal que no sólo conectará a las personas sino también a las cosas y, por lo tanto, también la energía. Hoy en día ya podemos ver parte de este cambio con, por ejemplo, las impresoras 3D que permiten producir en cualquier lugar del mundo con costes muy bajos.
Pero esto es sólo el principio. Como vaticina Rifkin en uno de sus libros, el trabajo desaparecerá en favor de las tecnologías inteligentes, la sociedad será menos materialista e individualista, y se volverá más empática y social. La mala noticia es que esto no ocurrirá de inmediato. La buena es que el cambio de paradigma es inevitable.
Alfonso Barguñó Viana
Redacción
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