Cada vez son más las personas que no pueden permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año pero la necesidad agudiza el ingenio, y las tecnologías y las redes sociales hacen el resto. Han emergido nuevas formas de viajar menos costosas que basadas en compartir o intercambiar bienes y servicios. Así pues, vuelve el auténtico viajero, el que huye del turismo de masas y ansia conocer de verdad los lugares y las gentes de su destino en busca de experiencias no de lujos. Este tipo de turismo se conoce como turismo colaborativo, ¿sobrevivirá a él el turismo tradicional?
Un buen ejemplo de turismo colaborativo sería el siguiente: organizar nuestra ruta y elegir los sitios donde queremos ir con Wikitravel que nos permite dejar a un lado las tradicionales guías de viaje. Si elegimos un país con una moneda diferente, WeSwap nos permite cambiar divisas entre particulares, sin las comisiones que nos cobra un banco o un aeropuerto.
Si lo que queremos es ir a un sitio más cercano pero no disponemos de un coche, podemos compartir trayecto con SocialCar y si pretendemos viajar en tren, en Compartetren podemos conseguir rebajas de l 60% si nos juntamos con otros en el AVE.
Una vez en destino, podemos alojarnos en casa de alguien que encontremos a través de decenas de plataformas, por ejemplo Airbnb, o quedarnos en el apartamento de quien, de mientras, se está quedando en el nuestro (Home Exchange). ¡ Incluso podemos plantar nuestra tienda de campaña en el jardín de otro! (Campinmygarden.com).
El hotel se ha hecho prescindible según cómo se quiera viajar. Los guías salen tocados a raíz de Vayable o Trip4Real, en los que un local te monta el plan que quieras (aunque también pueden ofrecer sus servicios por esta vía). Y ni siquiera debes pasar por un restaurante. En Eatwith, puedes ir a cenar a casa de un ciudadano local y conocer a gente.
Es por todo esto, que la industria turística convencional contiene la respiración. “La velocidad a la que crece el fenómeno nos ha pillado por sorpresa, y lo seguimos con grave preocupación”, confiesa José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur, que agrupa a hoteleros, transportistas, agencias de viajes y restauradores. Lo que más irrita a los operadores convencionales es el concepto de economía colaborativa porque aseguran que es equívoco ya que entre el ciudadano que ofrece un servicio y el que lo recibe, suele haber un intermediario que opera como cualquier empresa, con afán de lucro, y que se financia con comisiones por transacción.
¿Pánico ante la competencia? En parte. Pero sobre todo, interrogantes sobre si los nuevos rivales pagan los mismos impuestos y tasas, no abordan obligaciones laborales (quien participa en la transacción puede también lucrarse, y tiene relación con el intermediario), eluden obligaciones de cumplir con ciertos niveles de seguridad y calidad, o directamente la responsabilidad en caso de desperfectos.
El sector exige como mínimo regulación pero no es tan sencillo. De entrada, porque no hay organismo que conozca el peso real del turismo colaborativo, más allá de los datos de crecimiento de las distintas plataformas. “Ojalá pudiéramos medirlo. Precisamente cuesta porque las nuevas actividades no están reguladas pero existe cierto vacío legal, solucionable”, y aconseja que el debate se centre en “qué hay de nuevo”. ¿No fue alojarse en casa de un amigo o pariente el primer modo de ir de vacaciones? ¿No funcionaban ya hace cuarenta años en Holanda centrales de autoestop para conectar viajeros? ¿Acaso no es parte del ADN del sector turístico austríaco que quien tenga una casa en la montaña alquile camas? Por no hablar de los Bread & breakfast(alojamiento y desayuno)en el Reino Unido.
Así pues, analizando en profundidad, el problema es que cada vez más gente se está sumando a este tipo de turismo por lo que se genera economía sumergida y las empresas que gestionan las páginas web no están sometidas a las mismas normas. En esta linea, el profesor de Esade experto en turismo Josep Francesc Valls pide prudencia y paciencia y opina que las autoridades no deben precipitarse al legislar. “Aún no sabemos cómo van a desarrollarse y evolucionar los nuevos negocios, las normas pueden quedar fácilmente obsoletas. El turismo sigue siendo fuente de ingresos y debemos dejar que todos los actores innoven al máximo”, opina Valls, quien compara “la distorsión” que están encajando los negocios tradicionales con la que se produjo en los noventa con la irrupción de las aerolíneas de bajo coste y su modelo de negocio más eficiente.
Hasta que las compañías regulares redescubrieron que si no puedes vencer al enemigo, súmate a él. Iberia creó Clickair, y se hizo con Vueling.
Parece pues que el turismo está cambiando inspirándose en viejas ideas para evolucionar en un tiempo en el que no todo el mundo dispone de los recursos económicos para ir de viaje pero sí de imaginación. No obstante, por ahora la solución a la que optan aquellos quienes se dedican a él profesionalmente es observar y esperar a ver qué es lo que sucede con el turismo colaborativo y quién sabe, tal vez al final se acabe creando una nueva forma de turismo que sea el resultado de la fusión, o la simbiosis, del turismo tradicional y el colaborativo.
Alexandra Cuesta Ortal
Redacción
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