domingo, 26 marzo 2023

Brotes verdes en las ciudades

¿Qué te parecería tener una afición que además te diera de comer? Perfecto, ¿verdad? Sigue leyendo y descubrirás una de las tendencias más positivas que se están llevando a cabo en las ciudades. Vivir en una gran urbe ya no está reñido con disfrutar del campo.


Lo más sabroso del campo en la ciudad

 

 

Hace unos años la idea de tener un huerto urbano en el balcón de casa era algo bastante poco común, casi exótico. Con el tiempo, esta tendencia se ha ido popularizando y cada vez son más los urbanitas que optan por reservar un pequeño espacio en la terraza -los más afortunados en la azotea- para cultivar hierbas aromáticas y alguna hortaliza. No resulta extraño pasear por las calles de grandes ciudades como Madrid o Barcelona, mirar hacia arriba y encontrarse alguna tomatera haciéndose sitio sobre la barandilla de cualquier piso.

Los motivos que mueven a la gente de las ciudades a cultivar son diversos. Algunos se toman esta actividad como una afición creativa que les mueve a probar nuevas plantas, variedades, abonos y recipientes. Otros lo toman como terapia contra el estrés, pues los minutos que se dedican cada día a observar el huerto y a cuidarlo constituyen una actividad relajante y placentera. Acostumbrados al espacio gris de la ciudad, los huertos urbanos nos permiten crear un pequeño espacio verde propio que podemos visitar cada día al volver del trabajo.

Por otro lado, la crisis económica, la pérdida de calidad de los alimentos y el alto precio de los productos ecológicos son otros de los motivos por los que esta actividad ha resurgido en pleno siglo XXI, removiendo algunas conciencias en barbecho y haciendo que esta idea de los huertos urbanos vaya un paso más allá y salte de nuestra terraza a espacios más amplios a las afueras de las ciudades. Los huertos urbanos han empezado a formar parte del paisaje de nuestras ciudades.

Las redes sociales están plagadas de plataformas vecinales y asociaciones dedicadas al veggie trade, o comercio vegetal, que no sólo tienen un fin ecológico o económico, sino también solidario y social. La gente se agrupa para cultivar estos pequeños espacios de tierra y se practica el trueque de cortesía entre vecinos de huerto. Según Jean-Marie Pelt, fundador del Instituto Europeo de Ecología, “el trueque muestra la cara humana de la sociedad consumista. Los ciudadanos se dan cuenta de que el dinero no es el único medio de adquirir un bien”.

Otro movimiento en alza es el de los grupos de consumo, gente que se une para comprar directamente a los productores y gestionar la distribución entre sus miembros, ya sea en los barrios, a través de las asociaciones de vecinos o en páginas webs a nivel provincial (La Repera, en Cataluña; La Rehuerta o Bajo el Asfalto está la Huerta, en Madrid; Asturias Sostenible, en Asturias; La Ortiga, en Sevilla; La Breva, en Málaga; o Ecoagricultores, en Extremadura).

El sistema es muy sencillo, se organizan en locales comunes y se reparten el trabajo de contactar con los agricultores locales, llevar los pagos o hacer la distribución de las cestas semanales. De esta manera de consumir los alimentos permite disfrutar de la cosecha de temporada en su punto de maduración óptimo para el consumo. El sabor de las hortalizas recogidas maduras y consumidas pocos minutos después es mucho mejor que el de las que podemos comprar en la mayoría de los comercios.

Si te apetece unirte a alguna cooperativa de este estilo o ponerte manos a la obra para montar tu propio huerto urbano en casa, no te resultará complicado comenzar. No importa que no tengas ni idea de la vida en el campo, la red está plagada de páginas que te informarán sobre cuáles son los primeros pasos a seguir. Además encontrarás sin dificultad infinidad de blogs de quienes ya se han lanzado a la aventura de cultivar.

Si eres de los que prefiere los libros, obras como “El huerto urbano: manual de cultivo ecológico en balcones y terrazas” o “Cómo cultivar hortalizas en macetas” te serán de gran ayuda. Ten en cuenta que con este tipo de  iniciativas no sólo se consigue una alimentación mucho mejor, sino que también se invierte en una estructura comercial responsable, se conoce el origen de los productos y se rescata la olvidada agricultura local.

 

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